Entre los estudiantes de canto existen muchos aspirantes con unas grandes facultades, tanto artísticas como vocales que, sin embargo, tienen que depositar su futuro en la genialidad del maestro que dirija su voz. El motivo es que no cuentan con una emisión natural que les permita desarrollar dichas cualidades con facilidad. Todo lo contrario de lo que sucede con algunos privilegiados, a los que no les supone un gran esfuerzo poder educar su voz, porque están dotados de una gran facilidad para la emisión del sonido.
Entre los intérpretes que han presentado esta condición se podrían citar nombres como el barítono MacNeil o el tenor A. Kraus. Ambos, desde muy jóvenes, ya contaban con gran facilidad para la emisión del sonido, especialmente en el registro agudo. Sin embargo, han cultivado su voz hasta lograr un gran dominio de la técnica, sobre todo Kraus que pasó toda su vida perfeccionándose. Gracias a ello ha podido mantenerse en plenitud tantos años. En cambio, otros intérpretes, debido a su gran facilidad, han menospreciado la técnica, quitándole la importancia que en realidad tiene. Esto a la larga les ha supuesto un gran perjuicio.
Como ejemplo, en este sentido, se podrían citar nombres como G. Di Stefano. Sin duda el tenor más expresivo de la segunda mitad del siglo pasado y una de las voces más bellas. Su facilidad le permitía realizar una extraordinaria media voz, filando hasta el Do sobre agudo. Sin embargo, sus carencias técnicas, especialmente en las notas del pasaje, las cuales habría en exceso, le fueron pasando factura. Por esa razón, en el momento en que comenzó a sustituir el repertorio lírico de las agradecidas obras belcantistas por las efectistas óperas dramáticas del género verista, su facilidad comenzó a declinar, perdiendo los agudos y, posteriormente, la calidad de su voz. Esto le obligó a abandonar los grandes teatros antes de tiempo.
Muchos intérpretes, que carecen de esta gran facilidad, han necesitado la ayuda del maestro, incluso durante toda su carrera. Por ejemplo, la soprano Beverly Sills viajaba con su profesor de canto y consejero, con el que nunca estuvo más de una semana sin trabajar, dándose la casualidad que este falleció casi al tiempo que la Sills dejó los escenarios. |
Otro ejemplo ha sido el tenor N. Gedda, un artista que se ha caracterizado por su buen dominio de la técnica y que cuando falleció su maestra, al margen del sentimiento que supone la perdida de un ser querido, lo lamentaba profundamente por la ayuda que al final de su carrera aun le seguía prestando.
La importancia del maestro de canto puede ser determinante como lo demuestra el hecho de que muchas grandes figuras deban su razón de ser a la destreza del mismo. A parte de casos tan reveladores, como los ya citados de Lázaro, Lauri Volpi o Corelli, se podrían señalar muchos más como, por ejemplo, los concernientes a Caruso o Fleta.
El gran tenor napolitano E. Caruso que, en sus comienzos, no era capaz de dominar su oscura y pesante voz, fue rechazado, incluso, para formar parte de un coro. El maestro Vergine, que supo intuir su gran talento, le tuvo un tiempo vocalizando suavemente, empleando un sonido prácticamente de cabeza, para poder contrarrestar su pesante voz de pecho y lograr así un sonido fácil y natural en toda la escala.
Este método, provocaba la hilaridad del resto de los alumnos que, conocedores de su gran volumen vocal, se burlaban de los débiles sonidos que el maestro le instaba a emitir, diciendo que sonaban como el viento que pasa por los vidrios. Sin embargo gracias a la ayuda de este, sin la cual probablemente no hubiese podido pasar de un mediocre barítono, Caruso logró desarrollar una prodigiosa voz de tenor spinto, única entre el resto de los tenores por su bello color baritonal.
Esta condición, junto a su gran talento artístico, le permitió convertirse en el tenor más prestigioso del siglo XX, pudiendo cantar desde la cuerda de bajo, hasta la de tenor lírico-ligero. Sin embargo, sus abusos le llevaron a padecer graves contratiempos vocales como una intervención quirúrgica a consecuencia de un nódulo. Estos desafortunados desenlaces son muy comunes cuando no se siguen las normas adecuadas. El hecho de poseer un buen dominio de la técnica al principio de la carrera no es suficiente si no se continúa manteniendo y no va acompañada de una adecuada elección del repertorio y una buena planificación personal y profesional. No obstante, en aquella época, la escasez de medios hacía que la calidad de vida fuese deficiente. Estas carencias resultaban determinantes para este tipo de intérpretes que, para desplazarse de un país a otro, se veían obligados a tener que vencer grandes dificultades y cualquier infección podía ser mortal. En aquella época resultaba muy difícil encontrar los medios para poder enfrentar muchas enfermedades. Esto lo demuestra el hecho de que muchos de estos grandes artistas como Gayarre, Fleta o el propio Caruso nos tuviesen que dejar aun siendo jóvenes.
Uno de los casos que mejor muestra la importancia del maestro de canto ha sido el de Miguel Fleta. Este célebre tenor destacó de forma muy sobresaliente desde su debut en 1922 hasta 1928, periodo en el que estaba considerado como el mejor tenor del mundo y uno de los más brillantes del siglo.
Esta corta etapa de seis años coincide con el tiempo que en el gran artista vivió en pareja con su profesora de canto, la destacada soprano francesa Luisa Pierrik, la cual se dedicaba a él en cuerpo y alma, dirigiendo su voz y su carrera de manera muy brillante.
Al final de este glorioso periodo, Fleta decidió tomar un camino diferente al de la Pierrik. La ausencia de la que había sido su gran guía fue tan determinante que su voz se fue hundiendo. Por esa razón, dos años más tarde, tuvo que abandonar los grandes teatros de ópera y poco después el canto. Así terminaba malográndose, en plena juventud, una de las voces de más calidad que ha dado la ópera. Un hombre cuyo talento ha sido tan grande que, a pesar de su corta carrera, aun prevalece en el recuerdo.