Cuando escuchamos cantar a esos consumados maestros de la técnica, observamos que su voz no suena nunca en la garganta, como la de aquellos cantantes inexpertos, ni tampoco dentro de las fosas nasales como la de muchos intérpretes que siguen esta equivocada técnica, tan habitual en muchas escuelas modernas.
Cuando existe una buena técnica la voz resuena en lo que los maestros italianos llaman la máscara, situada detrás de la nariz y bajo la base del cráneo donde, a través del paladar, que es el principal receptor del sonido, este encuentra su gran punto de amplificación. De esta manera, la sensación es que las cuerdas vocales se encuentran en dicho lugar, donde, tras amplificar sus resonancias, la voz se propaga al exterior como un aura que se expande en el espacio de una manera envolvente, mediante el impulso que le brindan los músculos respiratorios como el abdomen.
Los intérpretes que alcanzan este destacable dominio tienen la placentera sensación de que su voz vibra libremente en esta zona, repercutiendo también en la cabeza, especialmente en las notas agudas. Con esta técnica la laringe parece no existir, porque queda totalmente exenta de tensiones que puedan frenar el sonido, evitando que éste se libere, quedándose sumergido en la absorbente red de las mucosas que recubren el conducto laríngeo y faríngeo, con su consiguiente engolamiento. |
Otro defecto de emisión, que puede impedir dicho objetivo, es que la voz se quede retenida en la parte interna del paladar a consecuencia de una excesiva cobertura que evite su paso a los resonadores faciales, adquiriendo ese opaco color gutural que provoca dicha fijación; o que se introduzca en las fosas nasales, privándola de la calidad que le otorgan sus resonadores.
La riqueza tímbrica de los resonadores faciales se consigue a través del paladar, principal receptor del sonido. Si, por el contrario, la voz se emitiese por las fosas nasales, el sonido perdería toda su calidad.
La gran calidad de resonancia que otorga al sonido la perfecta utilización de los resonadores vocales, como son los faciales y los craneales, solo se logra haciendo que estos entren en vibración, reforzando el sonido fundamental de la laringe y la faringe, a través del paladar. El perfecto manejo de este y de la boca permite dirigir el sonido hacia la mascara logrando que este vibre en sus resonadores de forma natural, mediante el sostén del diafragma. Cuando esto ocurre existe una perfecta conexión entre el abdomen y los resonadores faciales, como un hilo directo entre ambos, dando la sensación de que el resto de músculos vocales y respiratorios no entran en funcionamiento.
Solo de esta manera se podrá lograr que la respiración que se convertirá en sonido, haciendo vibrar totalmente los resonadores superiores.
Como nunca se podrá conseguir hacer vibrar estos resonadores, es apoyando el sonido en ellos, como inculcan muchas de las modernas escuelas que mal interpretan estos importantísimos conceptos, porque el único apoyo existente en una buena emisión es aquel que brinda a la voz el abdomen, mientras que la mascara es el órgano receptor donde esta encuentra su resonancia.
Para hacer que un resonador entre en funcionamiento, reforzando un sonido original, es necesario que a esta fuente sonora se le acerque un objeto que cuente con el hueco y la distancia acorde a la densidad de sonido original.
En la voz estos resonadores están a la distancia adecuada y cuentan con el hueco acorde al sonido emitido por las cuerdas vocales. Por esa razón en las notas graves los resonadores principales que refuerzan de manera natural el sonido fundamental son los de la zona faríngea y el paladar. En la zona media, en cambio, además del paladar entra en plena resonancia la mascara, mientras que en los agudos los resonadores que mas refuerzan el sonido, además de la mascara, son los del cráneo, resonador fundamental en los sobreagudos y en la emisión de la media voz.
Esto no significa que en cada registro el interprete deba buscar determinado resonador de manera antinatural porque en una emisión natural, como ocurre con los bebes, se debe mantener un buen equilibrio entre los diferentes resonadores, llamados de pecho y cabeza. Solo de esta manera se podrá conseguir una homogeneidad sonora en toda la escala, meta fundamental para lograr una buena línea de canto.
Cuando existe un gran dominio, incluso en el registro grave, donde la voz encuentra su refuerzo indirecto de las resonancias torácicas y faríngeas, la emisión continúa manteniendo la posición alta del sonido, evitando que se caiga perdiendo su brillantez. De esta manera es proyectada con la fuerza necesaria mediante la exclusiva acción de los músculos respiratorios que actúan de manera automática como cuando tosemos o reímos. En este acto el diafragma, con el adecuado apoyo del abdomen y la colaboración de los músculos intercostales, realiza el impulso preciso conectando la voz con los resonadores.
Para lograr estos magníficos resultados, de los que siempre han hecho gala los más grandes intérpretes, es necesario realizar un trabajo serio y preciso que conduzca al alumno hacia la emisión perfecta, de una manera sencilla y natural.
Cuando, por el contrario, la voz se apoya en las fosas nasales como recomiendan muchas escuelas, los resultados sonoros de la misma son como los de una trompeta a la que se le coloca una sordina anulando su gran sonoridad. En cambio si la voz está bien colocada, el sonido se concentrará automáticamente en la parte posterior del paladar, repercutiendo en la máscara, donde se sentirá vibrar libremente. Es como cuando colocamos un espejo bajo el sol, haciendo que sus rayos se concentren en el mismo, lo que genera un potente reflejo de luz.
Otro gran ejemplo se da cuando hacemos sonar una campana cogiéndola por su parte superior. En cambio si la empuñamos por su parte media, perdería sus resonancias porque la privamos de su vibración. Por lo tanto, si la voz no está bien dirigida en la emisión, su brillo se apagará como el reflejo del sol cuando el espejo no está bien orientado hacia sus rayos. Si, por otra parte, en la emisión sonora creamos una tensión en los resonadores como cuando apoyamos la voz en la nariz, ocurrirá lo mismo que si cogemos la campana por el centro, perdiendo la calidad del sonido.